Pesadilla antes de descansar

La pesadilla sigue y los problemas crecen, como crece esa verruga asquerosa que me salio hace unos meses en la axila derecha. Suena el despertador y se acaba la vida. Desayuno mierda recalentada de anoche. No me pienso duchar, y ya van tres días, me suda la polla si mi olor corporal disgusta a mi gordo y sudoroso carnicero o al sucio y conspirador portero de mi destartalado y ruinoso portal. La jungla bengalí, la sabana africana, la cuenca del amazonas, el barrio de Lavapies. Todo mezclado. No agitado. Todo aquí fuera, al alcance de cualquiera, de cualquiera de los elegidos claro.
Subir al metro. yo suelo bajar al metro pero el resto de la gente sube al metro. Olor a humedades y mohos azules y circulares como los de la cortinilla de mi olvidada bañera. Nausea matutina y curvas de mujer trabajadora. Esta es mi vomitiva estación. Me apeo y subo al desierto del sáhara, a la estepa mongola, al cañón del colorado, el barrio de Salamanca. Chirrío de huesos, necesito tres en uno. ¡jefe, un carajillo de cognac!. Como nuevo. Nueve de la mañana.
El látigo del patrón rasga mi huesuda espalda en cuanto sus ojos se posan sobre mi amplia escasez de pelo. ¡si bwana!, ¡si amo! Amen. Me aprieta los grilletes a la altura del tobillo. Siento como mi sangre quiere subir de mis pies y no puede. Pies hinchados, pesan. Algún día le rajaré el abdomen y le sacaré sus sanguinolentas y podridas tripas. Entrañas en una bolsa del Día. Las rebozaré y me las comeré gustosamente fritas regadas con un buen vino de rioja rojo y con cuerpo, como la sangre que manará de su inerte y maloliente cadáver, larvas de moscas salen de las cuencas de sus ojos.
Piedra, cincel y martillo. Clinck, clink, ocho monótonas horas. Clink, clink, hebreos en Egipto. Clink, clink, callos en mis manos amortiguan los golpes. Clink,clink, imagino un rancho en el lejano oeste y una mujer de anchas caderas. Anchas caderas que traen cachorros fuertes de pelo moreno y lacio. Las mañanas son relucientes. Ojos deslumbrados por el sol. Amplios campos de dorado trigo y remolachas chupando de la placenta de la tierra. Viñedos. Los chicos me ayudan con el ganado. Comemos roastbeef y pastel de cerezas caliente, crujiente y apetitoso. Cenamos tortilla de patata y ensalada griega. Fumo tabaco de liar perfumado y fuerte. Me agarro a las crines de mi blanco y virginal caballo. Unicornio por las praderas, siento el viento en mi cara. Libertad. Clink, clink, de vuelta en la pesadilla. Clink, clink, mis muñecas oxidadas gritan de dolor. Clink, clink, día de paga, esclavitud con derecho a paga, esclavitud sin derecho a mugrientas casas de un dormitorio apestoso ni viandas apetitosas y abundantes en la mesa. Me quitan los grilletes por hoy.
La calle esta infestada de cucarachas con corbata, putas enfundadas en vestidos de lentejuelas relucientes de Chanel, ratas sonrientes con chaquetas de pana marrón y tetrabricks de Don Simón. Me gustaría pasear por la alcantarillas nada de lo que haya ahí abajo puede ser peor que la superficie. Bajo al metro. Barco negrero de vuelta a Freetown. Huele a sudor rancio y queso italiano de gusanos. Gusanos que fermentan azúcares y emiten gases verdes, palidos y fétidos. Me mimetizo con el medio. Todos olemos igual al final de la jornada.
Y de nuevo la vida. Saco un buen cogollo verde aceituna con pelillos marrones. La boca se me hace agua. Deshago la madeja y me lío un cigarrillo con precisión de relojero , un cigarrillo perfecto. El hermano pequeño de Morfeo me acompaña a la vida . A mi sonriente y feliz vida. La cabeza me cosquillea. Mis pulmones llenos de vida. Me mezo en la vida. Nado en la vida. La vida recorre mis venas calentando mi sangre. Mamo de las enormes y generosas ubres la vida. !Qué nunca se acabe la vida!

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