Abandono

Y cuando por fin habíamos abandonado su búsqueda caímos en el abandono. Y el abandono resultó ser un lugar oscuro, solitario y perdido de la mano de Dios. La presión atmosférica era tal que cualquier movimiento se convertía en un esfuerzo titánico sólo apto para deportistas de élite, nos tirábamos todo el día planchados en el suelo sin hacer nada más que abandonarnos. Las palabras no fluían por el aire, dado su espesor, y no escuchábamos más que nuestros pocos pensamientos, y digo pocos porque nuestro estado de abandono no dejaba entrar ideas en las cabezas. La frondosa oscuridad que nos rodeaba evitaba cualquier atisbo de luz, nuestros olvidados ojos se acomodaron a la oscuridad de la misma manera que los de un topo, es decir, no veíamos más que negras sombras y poco nos importaba ya que ante la falta de estímulos cerebrales no nos dábamos ni cuenta, no teníamos consciencia del estado de abandono en que nos encontrábamos. A veces, el abandono, nos daba un respiro y nos dejaba sin su estrecha compañía, sin atenazarnos los pulmones ni punzarnos el corazón y entonces oíamos voces lejanas que nos animaban a dejar nuestro estado ya más que abandonado, pero estos momentos eran mínimos y parecían un espejismo sumidos como estábamos en nuestro calmo estado de desamparo. Además estas voces retumbaban distorsionadas y poco reales, daban más miedo que el propio abandono, nos levantaban los pelos de la nuca y nos hacían plegar la espalda cual acordeón, lo único que conseguían es que lo poco que nos podíamos mover fuera en dirección contraria a ellas. Agobio constante y falta de estímulos. El abandono era lo único que teníamos aunque realmente era una relación de simbiosis, todos sacábamos algo del abandono pues era nuestra sola posesión y para el abandono fuimos compañía necesaria. Todos fuimos uno. Nosotros eramos abandono, comíamos abandono, bebíamos abandono, respirábamos abandono, cagábamos abandono. El ciclo del líquido abandono. No queríamos ya nada más que abandono.
Y cuando ya le estábamos cogiendo el gusto a la completa apatía del abandono, sin prisas ni estrés, sin dinero y sin falta de él, sin ropas y sin frío, sin visión y sin nada que ver, planchados y almidonados, sin nada que hacer y sin ganas de hacerlo, muertos y a la vez vivos, alguien tiró de nuestras cabezas y nos sacó a la emulación sin que nosotros lo hubiéramos pedido, sin haber llegado a añorarla nunca, nos devolvían, sin piedad alguna, a nuestro lugar de partida. Lo que allí encontramos, sin cambio alguno, era parecido a nuestro añorado abandono pues pese a haber luz por todos lados no dejaba de ser un sitio oscuro ya que las luces eran fingidas, realmente no había nada luminoso y además también era un lugar solitario ya que la emulación es un sitio donde hay mucha gente pero nadie se conoce. La emulación no daba lugar a opiniones ni palabras, nadie se movía pues no había donde ir, nadie vivía y nadie moría, sólo se veía lo que la emulación permitía y de vez en cuando se escuchaban llamadas al abandono de ella. Todo era una sola emulación de nuestro bienamado abandono y por un momento fuimos conscientes de que nunca debimos empezar a buscar nada, pues desde el principio estuvimos abandonados sólo que no nos dimos cuenta hasta creer que habíamos dado con él, cuando no habíamos ido a ningún sitio.

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