Perfecto empleado

Primero de mes y me levanto con la esperanza de que mi nómina haya crecido con el nuevo año. Voy al banco pisando las flores del jardín del vecino. Saco un extracto de mi cuenta. Nada, la misma mierda que el mes pasado y el anterior y todos los anteriores, no recuerdo haber recibido una paga diferentemente superior en ninguno de los sesenta y tres meses que me han pagado por mis servicios en esa empresa de mala vida. Subo a casa con la pesadumbre aplastandome contra el suelo, las flores de mi vecino chafadas parecen más altas que antes. Trescientos euros para todo el mes. Algo tiene que cambiar. A mi edad tendría que tener lujos que disfrutar, diamantes que comprar, ascensos a la vista y un deportivo de alta gama para quemar gasolina por las carreteras secundarias más inhóspitas de la región. Paletos de boina y bastón miran admirados mi éxito en forma de carrocería rojo ferrari y cuatro ruedas de perfil bajo.
El cambio está en mi, decido cambiar. El barco hacía la vida prometida zarpa en unos meses y hoy mismo compro el billete, solo de ida, esta vez no lo perderé. Me afeito, afeitado apurado mujeres buscan; me aplico after shave, escozor calmante en mis mejillas; me ducho, me entretengo detrás de las orejas y entre los dedos de los pies; me pongo el traje de las bodas, nudo Windsor en la nuez; me lavo los dientes, dentífrico blanqueante; me perfumo, esplendor máximo en publicidad navideña; dibujo una sonrisa en mi cara, espejo de alma endeudada.
Salgo dispuesto a comerme el mundo de un bocado, pincho exótico y cotizado en la nouvelle cuisine. LLego a la oficina. Saludos cordiales a compañeros, Bruto clava el puñal a César por la espalda. Preguntas familiares a grandes y no tan grandes gerifaltes, cara de interés desinteresado ante sus respuestas. Coloco los enseres de trabajo en mi puesto; teléfono, bisnietos de Graham Bell viviendo a su costa; ordenador, Bill Gates en su yate lleno de rubias en celo; silla mullida y regulable en altura, ciática y escoliosis para mi espalda. -¿Sergio, buenas tardes, en qué puedo ayudarle!?, gesto duplicado infinitas veces; voces responden al otro lado, ¿será una cámara oculta?; productividad por las nubes, pasaje comprado, gerentes contentos, ganancias seguras. Repito al día siguiente el ritual del perfecto asalariado; afeitado, ducha, vestimenta impecable, perlas níveas en mi sonrisa forzada, saludos, preguntas retoricas contestadas, monotonía infinita, productividad que sigue subiendo, pasaje en primera clase garantizado, el Director General se fija en mi. Así repito día tras día durante un mes, treinta días iguales con diferente traje de boda y corbata a juego.
Primero de mes de nuevo y de nuevo me levanto con la esperanza de que esta vez mi nomina haya crecido. Voy al banco pisando las regeneradas plantas del vergel de mi vecino. Y nada, la misma mierda que el mes pasado y el anterior y todos los anteriores hasta el mes sesenta y cuatro, la misma exigua propina por un trabajo mucho mejor realizado. No pasa nada, el cambio sigue su curso, solo una piedra más en un camino cada vez mejor asfaltado gracias a mi esfuerzo.
Repito durante veintiocho días la misma rutina que el mes anterior; afeitado, ducha, vestimenta impecable, patomima albar en mi mandíbula, recibimiento fraternal de Judas, cuestiones sin importancia contestadas seriamente.
Primero de mes de nuevo y repito mi excursión al banco, mi vecino ha dejado su edén en barbecho y colgó un cartel cagandose en la puta madre del que destroza su propiedad vegetal.
Llego al banco y sorpresa, gracias a la retención fiscal cobro aun menos que el mes anterior y todos los meses anteriores hasta el número sesenta y cinco.
Llego al trabajo cansado de la farsa, productividad en valores históricos, cotizamos en bolsa, deslocalización asegurada, patada en el culo para malos siervos y maná caído del cielo para pobres en vías de desarrollo, todo cuadra.
Me acerco al muelle donde sale mi barco, me lo he ganado tengo el pasaje comprado con mi sudor, el Director General saluda a los huéspedes del barco y los acompaña a sus lujosos camarotes con camas de terciopelo y ojos de buey con vistas a los delfines, compañeros en el viaje hacía la prosperidad económica.
Es mi turno, ¡por fin!. Vestidos de seda natural, exóticas mujeres ávidas de mis semillas, cilindradas impensables hace unos meses, ¡allá voy!.
Mano en mi pecho impide la entrada, oídos abren esfínteres: -¡Fiesta privada!

2 comentarios:

  1. He leído éste entero y parte de otros porque es pronto por la mañana y todavía no me he despertado del todo. Me gusta tu estilo, muchacho, mucho. Eres, no había duda alguna por otra parte, sarcástico y pesimista, con un tono subyacente de negrura importante.

    Seguiré leyéndote y voy a agregarte, con tu permiso, en mi blog.

    Q.

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  2. Alguien decía por ahí que: Lo peor nunca defrauda pero también contaba, a renglón seguido, que lo peor nunca era seguro.
    Por ello hay que ser pesimista e irónico hasta más no poder y sobre todo reírse de los demás como si fuera de uno mismo.
    Me gusta tu enfoque vital a la par que literario, sigue asi tronco.
    Joss

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