Yes, we can!!

El jefe del cotarro ha tenido que ir por sorpresa a su despacho, le llamo su secretaria, magnifico espécimen de salvaje, por una urgencia acuciante, aún no le han dicho de qué se trata pero espera que sea importante, no corren buenos tiempos y los más cagados ya no salen de casa, él no pertenece a esa clase de hombres pero le han jodido el domingo. Espera mientras mira detenidamente las maravillosas vistas desde su buró (en la planta más alta de la torre más alta de las torres más altas de la ciudad más importante del planeta). Todo en orden, parece, salvo por las finas lineas de grisáceo humo que surgen desde diversos puntos de la gran urbe.- ¡A saber que andan haciendo los costrosos de allá abajo, pobres salvajes!- piensa mientras se sienta cómodamente en su mullida butaca de mando y nota como su peludo culo se acomoda en el suave cuero, piel curtida del último ejemplar de tigre ibérico conocido, igual de mullida que el sofá de escai de su abuela (tierna viejecita, pobre salvaje) pero dieciseismil veces más cara. La exclusividad se paga, he ahí la diferencia.
Repachingado y relajado enciende el enorme televisor de plasma de enfrente de su escritorio, estilo Luis XVI (cada vez quedan menos). Todo en orden desde los medios manipulados, reallities, noticias inventadas, programas del corazón, sólo destacan las emisiones de ese canal pirata del que aun no han interceptado la señal -¡malditos holgazanes, ¿qué sería de ellos sin mi?!- piensa mientras se rasca agradablemente y con deleite las pelotas. En cuanto solucione el problema, sea cual sea, se va a ir de putas, necesita descargar y esta asqueado de su siliconada y exhuberante esposa; muchas tetas, poco cerebro, sin idea de menearse en la cama. No como esas salvajes indeseables que serán todo lo guarras que sean pero no sabes lo que es una buena chupada hasta que te la come una costrosa.
Con la boca hecha agua ante la idea de una abundante eyaculación, bien pagada, en la boca de una Señora Puta, enciende su ordenador y ojea los titulares de los periódicos electrónicos, malditos medios subersivos. ¡Revolución!, dicen unos, ¡El capital ha muerto!, dicen otros, e incluso los editores más osados publican: ¡Próximo objetivo: el jefe del cotarro! y la foto que hace compañía al titular muestra a la muchedumbre paseando la cabeza, sin cuerpo, del alcalde (bigote sangriento, mirada perdida). -¡Maldito cabrón, ya sabía que era un débil, claro que por eso le puse ahí!- analiza la situación mientras marca el número de su ayudante,-¡jodida asquerosa ¿dónde se habrá metido?!-. Le responde una voz femenina, erección asegurada, con un gran eco de voces por detrás -¡Cabrón, vamos a por ti!- cuelga. -Puta desagradecida de los cojones ¿qué coño dice?- recapacita mientras vuelve al ventanal a velocidad de crucero.
La ciudad arde, Nerón ve incrédulo cómo se quema Roma, las avenidas atestadas de inmundos proletarios, pancartas ilegibles desde lo alto, coches volcados en las calles aledañas, policía que se une a los manifestantes -¡Inmundos desleales, les pago el sueldo con mis cuentas de las Caimán!- espeta su cerebro antes de que su cuerpo haya terminado de erizarse.
Nota una sensación desconocida, debe ser miedo, que encoge su esfínter anal hasta el estómago.
Mientras marca el número de seguridad dirime qué ha podido fallar consigo mismo -llevamos años amansándolos, ya casi es genético sus padres estuvieron domesticados desde pequeños, les vendemos terreno público a precio de oro, les pagamos por trabajar una miseria, a veces les hacemos soñar en vivir cómo nosotros, tienen tabaco, alcohol y drogas para estar amuermados, partidos de fútbol en abierto, telenovelas venezolanas, sexo gratuito ya que aun no hemos conseguido grabarlo con impuestos indirectos a nuestras cuentas, familias que cuidar y tarjetas de credito para gastar en los inumerables centros comerciales, ¿qué más quieren?- No logra explicarse qué ha salido mal, pero el edificio de delante suyo, el segundo más alto de la ciudad esta en llamas. Acero fundido y chispas al vacío. La linea de seguridad parece ocupada, marca el número compulsivamente, ¿será un sueño?-se pregunta. No parece porque se acaba de hacer popó en los pantalones y huele muy, pero que muy real.
Al otro lado alguien descuelga, voz dulce de mujer hermosa: - ¡Ya estamos aquiiiíí!

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