Decisiones drásticas

No hay nada en esta vida que me moleste más que ver a alguien escaqueandose de su trabajo o haciéndose el remolón en horas laborales, siempre he odiado a ese tipo de gente que parece no tener sangre en las venas ni masa gris en su cerebro y siempre he tomado las decisiones oportunas frente al escape de las obligaciones de cada uno. Y digo esto porque soy diestro de toda la vida y mi brazo izquierdo es el más vago de los apéndices superiores que tengo, se opone a mis órdenes y siempre deriva el trabajo al derecho. Este, que es mas servil, el otro día en uno de sus innumerables marrones pasados por su gemelo se rompió a la altura del cúbito, ahora está escayolado y sólo me puedo apañar con mi zurda que no se ha solidarizado para nada con su hermano y sigue sin poner atención a mis mandatos. Así que me acabo de cortar el dedo anular de la mano izquierda. Estoy harto de la inutilidad de mi zurda y ha sido un aviso para el resto de ramas de ese apéndice que esta hecho un torpe y enlentece mis quehaceres diarios, ahora que la diestra esta de baja.
Lo he metido en una bolsa de hielo en el congelador. Si sus compañeros se comportan como deben ser (fuertes y ágiles) iré al hospital para que lo reingerten, si no lo hacen cada día que pase les dejare sin otro amiguete, el siguiente sería el meñique. Ellos ya están avisado así que ahora está sólo en su mano (y nunca mejor dicho).
Por ahora voy a la farmacia a por unas vendas para taponar la herida que inexplicablemente ha sangrado como si de una matanza se tratara y sólo ha sido un pequeño tajo. En la farmacia me dicen que mejor que fuera a un hospital pues es un corte bastante profundo pero como yo no me fío de la medicina occidental les mando a tomar viento y me voy a casa a disfrutar de mi tarde.

Me despierto, hace casi venticuatro horas de la amputación y ahora la herida esta un poco hinchada (la verdad es que esta muy hinchada pues parece que la piel se vaya a romper en cualquier momento) y supura un liquido espeso blanquecino. Bueno me da igual, la verdad, cuando se toma una decisión hay que tomarla con todas sus consecuencias y no voy a permitir que esta mano rebelde se apodere de mis actos. Voy a prepararme las tostadas y el café con leche de por las mañanas a ver si mi osada extremidad ha aprendido la lección.
Nada. No consigo más que flexione el codo, no siento la mano y sigo sin hacer notar mi escalafón superior en la escala de mando a la maldita zarpa descarriada. Tengo que cortarme el meñique y así lo hago. Si mañana la cosa sigue igual le tocará el turno al corazón o medio, depende de quién se dirija a él. Esta vez he sentido un dolor agudo durante el proceso de extirpación, mis alrededores se han tornado blancos y he caído de espaldas en el suelo casi partiéndome la espalda. En la farmacia no me quieren dar apósitos, sólo quieren llamar a una ambulancia o a un manicomio, seguro que son ambidextros, ¡suertudos!, ellos no saben cómo es la vida con solo un remo del cuerpo operativo al cien por cien.
Ya en casa me tomo un par de analgésicos de mi esposa, no creo en la medicina occidental pero creo fervientemente en la farmacología sea oriental, occidental o marciana.

Cuarenta y ocho horas después del primer corte, me siento bastante cansado se me cierran los ojos, tengo la visión borrosa y no consigo que mi colega del costado izquierdo quiera hacer de palanca para levantarme de la cama. Una vez más y dada su tenaz insistencia en hacer lo que le da la gana: ha llegado el turno de el dedo corazón. Uno menos, y ya sólo me quedan dos. Mañana será el turno del pulgar ya que el índice lo dejare para el final dado que es el que utilizo para hurgarme la nariz (no sin su oposición). Mi mujer ha llamado al médico de cabecera y estoy con él explicándole mi caso, parece que los helados de carne humana que guardo en mi nevera ya no se podrán juntar jamás con el resto de la mano (o más bien del muñón) ya que la nevera se ha descongelado y los trozitos de mi mismo se han corrompido completamente. El médico se va haciendome firmar un parte en el que indica que niego a recibir asistencia sanitaria y es que no la necesito esto es una cuestión de orgullo. El brazo vago o yo. ¡A ver quien puede más!.

Setenta y dos horas después de la primera estirpación mi brazo cree que ha ganado. Hoy no voy a quitarme el dedo pulgar y no es porque me haya rendido, es solo que hay cosas más importantes en estos momentos. Ya volveré a por sus maleducados dedos.
Ayer tuve un gatillazo.

1 comentario:

  1. Me impresionas, Sergi. ¡Qué bueno todo lo que escribes! Sigue así, sigue así.

    Q.

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