El líder

En los grupos de desintoxicación intentan enseñarte muchas cosas. Todas ellas ya te son conocidas cuando has entrado por la puerta, pero vas porque lo interesante es que las cuente otro. Sentirse acompañado y tal.

Todos ellos, sin excepción, los imparte un exfarlopero. El líder. Todos hemos querido ser él.

Todos queríamos darle collejas a los demás o pincharle las ruedas al profesor de lengua. Qué gracioso. Queríamos llevar la batuta en el patio, jugar mejor que nadie al fútbol y pegar el estirón antes que el resto. Ahora, el líder, lleva el pelo peinado con la ralla a un lado tapando sus enormes entradas. Cada vez que habla sus inumerables tics faciales restan importancia a sus palabras. El es primero que nos recuerda que tenemos un problema que nos acompañara el resto de nuestras vidas y todos esos rollos. Se supone que escuchar eso deberia hacernos pensar en por qué estamos aqui y en por qué queremos seguir adelante, supongo que algunos lo hacen, pero la mayoría estamos pensando que ójala el yonqui que tenemos al lado nos invite a un paseo al baño o algo así. Y nos reimos por dentro de los tics del líder. Y se pone nervioso y le empiezan a caer goterones de sudor desde el inicio de su calva hasta en entrecejo. Coge su pañuelo, uno de esos pañuelos de tela, del bolsillo de su traje color pistacho pasado de moda en los años ochenta y lo mete por debajo de su tupé para limpiar su enorme frente. Que oculte su calvicie, que aún se preocupe de su imagén dice mucho de él. Dice que aún cree que vive su momento, que aún cree que es el centro del mundo, que seguramente intente llevarse a la cama, esta misma noche, a la chica que se ha unido hoy al grupo. Todos hemos querido ser como él pero ya no.

El líder siente nuestra más absoluta indiferencia, ve como nos miramos con más malicia a medida que sus tics aumentan y daría lo que fuera por un tirito o cualquier sucedaneo de colocón. Dice, hagamos una pausa, y sale a fumarse un cigarro. Nos da un poco de tiempo para que pensemos. No puede permitir que el grupo se le vaya de las manos. La fundación, la misma que le ayudo a él a salir de su adicción, no le permitiría otro desliz. Otro grupo de preexadictos a la mierda y adiós a las subvenciones. El líder sale a fumar y empieza mi trabajo.

Todos se acercan, con cautela. Ya saben de qué va el rollo. Los que llevan menos tiempo viniendo son los más ansiosos. Sus manos temblorosas, sus ojos rojos pedigüeños. Dan pena. Vienen en busca de ayuda pero lo que quieren es más y más. Muchos de ellos sólo están aqui por mandato judicial, les importa una mierda la rehabilitación. Lo que realmente importa es que en su próximo análisis de orina no haya trazas de opiáceos o metanfetaminas, importa que levanten las medidas cautelares contra ellos, que puedan volver a ver a sus hijos o que levanten sus embargos debidos a sus deudas. Tío, no tengo dinero, dice una yonqui desdentada; tiene los brazos como un colador, las uñas llenas de roña, joder, haré lo que sea. Sin el dinero por delante no hay nada que hacer, posiblemente una mamada con esas encias desdentadas pueda ser muy tentadora, créeme, pero esto no deja de ser un negocio.

Cuando el líder vuelve a entrar, apestando a tabaco negro, la gente ya está de mejor humor, más liberada. Y cuando empieza la ronda de testimonios, el líder sabe que ya ha pasado. No es la primera vez. Con una bolsita de cocaina en el bolsillo derecho del pantalon y con la certeza de que en un par de días recibirá en la casa de sus padres un botecito de orina ajeno es mucho más facil para el tío del pelo grasiento contar como violó a la hija de su novia y después las mató a ambas a martillazos. Es más fácil ponerse en su sitio y sentir lo dificil que han debido ser para él sus años encerrado de juicio en juicio, nos metemos en su piel y habríamos hecho lo mismo en su situación, después de todo esto de reunirse consiste en sentirse acompañado. Para el tío que viste de marca y lleva unas Ray ban acopladas a su craneo es mucho más fácil verse a uno mismo dejando a sus padres en la calle, durmiendo en un coche abandonado, depués de haber vendido hasta el cobre de los cables de su casa. Es mucho más fácil cuando después vas a fumarte un chino del que no quedará ni rastro.

El líder cree que ha recuperado el control, ha dejado de sudar y sus tics son mucho menos marcados. El único pero que le puede poner a la reunión es que la yonqui desdentada no se ha integrado. Tampoco es mucho problema porque esta misma noche cuando esté disfrutando de aquello que yo no quisé, creeme que fue dificil decir no, le importara muy poquito que su ex novio, un chulo playa en sus palabras, fue el que la invitó al primer chute y que ella se dejó llevar. Le importara muy poco que él ahora esté rehabilitado, haciendo de su rehabilitación su forma de vida, yendo de importante y mirando por encima del hombro al resto de infraseres. No le importara, colega, y no lo hara porque mientras se lo cuenta el líder está tumbado en su cama, en pelotas, mientras ella trabaja su pene y él se regodea de su victoria, otro grupo de ayuda viento en popa. De nuevo es el líder, el que lleva la batuta, el triunfador. Todos queremos ser él.