Infierno terrenal

Todo empezó el día en que pedí matrimonio a María, mi actual esposa, que es de familia satánica de toda la vida. Pues bien, su familia que es muy conservadora, quería que María se casará con un satánico, como es tradición en su familia, y si era posible esperaban que fuese la madre del esperado anticristo. Esto último no me hizo mucha gracia pero bueno yo también quería ser padre así que acepte sus condiciones y me convertí al satanismo una fría noche de agosto. Tuve el honor de ser apadrinado por mis suegros y de que mi primera sodomización me fuera practicada por mi cuñado el de Teruel.
Me convertí, no sin reticencias, al satanismo. Y no es que lo considere una religión menor, en absoluto (es más si tengo que escoger entre alguno de los entes a los que adorar disponibles en el mercado religioso, me quedo con Satán que siempre me ha parecido mucho más divertido que el resto). No, no es que lo considere una religión menor, es sólo que debido a mi sobria educación laico-científica se me hace imposible creer en algo que no haya visto o que, al menos, me de alguna prueba real de su existencia. Claro que tampoco tengo, ni tendré en este caso, una prueba de su inexistencia, así que hasta que no tenga alguna prueba que me muestre la verdad, intento mostrar ante la comunidad satánica que tengo la misma Fe que cualquiera de ellos. Incluso más. Acudo a todas las fiestas organizadas por la congregación y participo y disfruto como el que más, en todas y cada una de ellas, ya sea un diabólico funeral, un funesto nacimiento, una desvirgación multitudinaria, una sodomización de iniciación o un sacrificio ritual, sea humano o no. Por supuesto que todos los lunes voy a misa negra.
Hasta aquí nada extraño un enamorado más que sólo por tener la cama caliente por las noches, compañía los domingos por la tarde y un par de chavales abraza la Fe de su amada y así no tener que dejar de abrazarla a ella nunca.
Solo que hace un año y medio mis suegros empezaron a ponerse pesados con lo del nieto - que si en otoño es la mejor época para engendrar al advenedizo, que habían organizado una bacanal infernal, que si, además, no se qué planeta entraba en la órbita de no se qué cometa y que todo indicaba que ese año sería engendrado, sin ninguna duda, el esperado hijo de Satán que traería el infierno a la tierra y todo sería odio, guerra, hambre y destrucción (tampoco es que fuera a cambiar mucho, pensaba yo). Total que nos apuntamos a la bacanal por no dar un disgusto a mis suegros. Y esta claro que si de María salía un niño malvado como el mismísimo demonio ya no tendría duda alguna sobre mi Fe y además Satán nos habría concedido lo único que le hemos pedido los satánicos desde el principio de los tiempos.
La bacanal se celebró en un bosque tétrico y húmedo. Para que contar, imaginad, pentagramas invertidos, monjas católicas (para el sacrificio de invocación), la invocación, unas cuantas vírgenes (o eso decían ellas) y por supuesto un macho cabrío. Y después, sexo. Sexo animal, claro. Sexo que manaba desde lo más hondo de nuestro espíritu animal. Sexo con mi María. Sexo con mi María y otra mujer (poco importa su nombre). Sexo con otros hombres. Sexo con dos hombres y tres mujeres y por supuesto con el macho cabrío (que en mi caso fue el más placentero). En fin que lo malo era bueno y lo bueno seguía siendo bueno. Así que nos dejamos llevar por el ambiente.
María fue la única que se quedó encinta, así que toda la comunidad dio por hecho que llevaba al anticristo en sus entrañas.
Aquí empezaron los verdaderos problemas; tuve que dejar mi trabajo porque tenía que cuidar a la madre del hijo de Satán (mis suegros me pusieron un sueldo mensual), me mude de mi pisito de soltero en el centro a la casa que la congregación nos ofreció, apartada del mundo, todos los días teníamos visita de algún pastor satánico, tuve que aceptar que mi hijo no se pudiera llamar Jesús, como mi difunto padre, ya que se tenía que llamar Belcebú y además no he vuelto a practicar sexo con María, ya que la madre del advenedizo, según decían no sé que escrituras, tenía que haber sido la más puta hasta que se quedara encinta desde entonces quedaría inmaculada para siempre.
Con la vida en este punto, un dieciocho de julio nació el pequeño demonio. Para mi sorpresa no tenía cuernos ni rabo. Tenía la misma cara de chimpancé arrugado que tienen todos los niños pequeños y su piel olía a algodón de azúcar. No se parecía a mi, cosa que vi normal ya que a efectos espirituales se supone que no es mio, pero tampoco a su madre. Claro que a mi todos los bebés me parecen iguales ya sean hijos de Satán, de mi hermano o del vecino del tercero. Lo único que puede hacer sospechar que no es humano del todo es el fétido olor de sus excrementos que huelen a elefante macho en celo y los gritos que da cuando tiene hambre que sólo pueden ser emitidos por un ser que venga desde el mismísimo infierno.
A día de hoy, han pasado tres meses y medio del nacimiento, aun sigo sin estar seguro de si realmente o no es el enviado. Lo que tengo claro es que hijo mio no es, cada vez se parece más al gordo bigotudo que participó en la bacanal, y que mi vida ha cambiado radicalmente, tengo que mimarle y consentirle todo, si no lo hago no será un perfecto cabronazo de mayor, mis suegros se han mudado a vivir con nosotros, mi madre no quiere ver al niño porque le da miedo, hemos salido en todas las televisiones de ámbito local, tengo reporteros en la puerta de casa a todas horas y sigo (y seguiré) sin mantener relaciones sexuales con María.
Amén de todos los gastos que conlleva un bebé, ropita, carrito, sillita de coche, pañalitos, papillitas, cunita en forma de ataúd...por no hablar de las noches que llevo sin dormir del tirón.
No sé si de mayor traerá el infierno a la tierra o no y si el mundo cambiará demasiado con eso. Por ahora va por buen camino a mi vida ya lo ha traído.

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