Dos años, siete meses y un día

Juan Manrique, al que todos llamaban el quince meses, era una persona normal vivía en casa de sus padres en el mismo barrio de toda la vida, uno de esos barrios de las afueras construido en los años cincuenta y que en los setenta estaban a reventar de niños jugando por sus calles.
Juan Manrique, al que todos llamaban el quince meses, era también una persona de costumbres fijas, todas las mañanas desayunaba café con leche y tostadas con mermelada de naranjas amargas en el bar del Toneti, un amigo de toda la vida que había puesto un bar en el barrio y había conseguido que estuviera lleno todos los días, a cualquier hora. Después iba a trabajar al centro y por la tarde se dedicaba a hace el vago y a beber cervezas en el bar del Toneti, cada fin de semana era nochevieja y de vez en cuando quedaba con alguna amiga de pago.
Juan Manrique, al que todos llamaban el quincemeses, sólo podía poner una pega a su vida de treintañero adolescente, y no era otra que su mote. El quince meses. El, que en su vida había roto un plato, pasó quince meses de su vida en un reformatorio por una chiquillada en la que hacía falta un cabeza de turco. Quince meses en un reformatorio fue como hacer el servicio militar pero con duchas en plan carcel. Ya sabeís jabón, preadolescentes, hormonas...No fue fácil pero los quince meses se pasaron volados con sus cosas buenas y sus cosas malas. Una de esas cosas malas fue el sobrenombre que le puso el fanegas nada más salir. Y tener un mote como el quince meses no es fácil en un sitio en que todos te conocen.
Juan Manrique, al que todos llamaban el quince meses, era una de las personas más temidas del barrio - ha estado en la cárcel-decían de él unos- en cuanto pone un pie en la calle, ya tiene otro en el maco- decían otros. Y como los bulos corren como la pólvora en esta clase de barrios, Juan Manrique, al que todos llamaban el quince meses, se labró, sin haber dado nunca una voz más alta que otra, una fama en el barrio de matón, busca-problemas, vago y maleante en general. Las viejas se cruzaban de acera al verle, los niños desaparecían de los parques en cuanto le olían y su vecina la del quinto nunca quería subir con él en el ascensor.
El quince mes...perdon Juan Manrique, al que todos llamaban el quince meses, ya estaba harto de esta situación y un día dispuesto a cambiar su mala fama decidió hacer algo por el mundo y así hacer ver a sus vecinos que no era el sicario que ellos creían, cogió dos mudas limpias y las metió en un hatillo cargado también de esperanzas. Se fue a Palestina donde ejerció de mediador internacional (no me preguntéis cómo consiguió el puesto con sus antecedentes) y su ayuda fue crucial para que se firmará un tratado de Paz definitivo, ese año ganó el Premio Nobel de la Paz. Y escribió un libro, después, con sus vivencias en Oriente Medio y ganó el Premio Nacional de Narrativa por él, e iba a fiestas con los prohombres de la ciudad e inauguraba museos, bibliotecas y bingos. Y conocía a gente importante y salía en las portadas del papel couché. Y trabajaba en las tertulias de por las mañanas en la televisión. Y se presentó a alcalde y ganó por mayoría absoluta y llevó el metro a su antiguo barrio. Y se presento a presidente y fue el primer ex presidiario presidente del país. Y pidió la mano de la princesa heredera, y se la concedieron, y una vez se casaron abdicaron a favor de la gente y proclamaron la República. E hicieron una película basada en su vida, protagonizada por él, y ganó un Oscar y hasta un Goya. Y pusieron una estrella con su nombre en el Paseo de la Fama. Y le pusieron una calle en Leganés. Y participó en un reality show y ganó. Y finalmente donó la suficiente cantidad de dinero como para acabar con la pobreza en el mundo.
Juan Manrique, al que todos llamaba en quince meses, decidió entonces volver al bar del Toneti y allí estaban todos, el Toneti, el Fanegas, el Pitufo, el Cara chiste, el Cojo, el Sin calzones, el Rompe bragas, estaban hasta el Vaquilla y el Torete. Nada más verle y asombrado como el que más en el bar del Toneti, el Dientepocho dijo-¡coño quince meses, últimamente has salido mucho por la tele ¿no?-
Juan Manrique, al que la gente ya no sabía como llamarle, cogió una botella y la estrelló contra la cabeza del Dientepocho que tuvo la mala suerte de caer con su nuca sobre un palillo que había caído de punta en el suelo y murió.
Juan Manrique, al que nunca nadie le volvió a llamar el quince meses, fue juzgado y condenado por homicidio y alteración del orden público con el agravante de ensañamiento, le cayeron dos años, siete meses y un día.

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