Porqués

Oigo tu voz, aún la oigo. La oigo cuando voy camino de la cama, solitaria y oscura y, cuando estoy solo pensando el por qué. Por qué se jodío todo. Por qué se nos fue de las manos algo tan exclusivo como una puesta de sol en la antartida. Y tan frio.

Lo más fácil sería entrar en reproches. Pero por qué hacer eso. Sabes que no me gustan las cosas fáciles, lo sabes bien y sólo tú puedes decir que luché por algo. Y aún oigo tu voz. No lo dejaré de hacer nunca, aunque mis labios besen otros labios con sabores diferentes a los tuyos, aunque mis ojos pesen y escuezan cuando suena en mi habitación tu vocecilla.

En sueños te escucho. Te escucho decirme que me quieres. Sé que lo haces aunque ya no me lo digas, no hace falta que lo hagas, ya no.

Cuando escucho tus palabras, la tristeza, hace mella en mis tripas que se revuelven como para dejar salir un zurullo en forma de ilusiones truncadas, en forma de fracaso absoluto, en forma de mierda. De mierda bien gorda y apestosa. No quiero dejar de escucharlas, no me digas por qué, debe ser por eso que dicen: a veces es mejor cagar que follar.

Nosotros siempre fuimos imprevisibles y alocados, tú más ¡jaja!. Tu con tu sensibilidad absurda. Yo con mi racionalidad fingida. Ying-yang. Aceite y vinagre. Una bomba de relojería bien ajustada. Funcionando perfectamente dentro de su peligrosidad hasta que un día. Pum¡¡¡.

Qué complicaciones más tontas nos hemos buscado, no eres tonta y sabes que llevo razón. Sólo había que dejarse llevar. Coger el tren, como en El viaje de Chihiro, sin saber dónde para, sin querer saberlo, sin necesidad de un destino, ya llegariamos a donde nos llevara. Y nos bajamos en la parada equivocada, nos habían quitado el nombre (maldita vieja) y no sabiamos quién era quién, quién merecía la pena y quién, no. Quién iba a estar siempre a tu lado y quién, no.
Sólo había que dejarse llevar. Nada más. Quién robo mi nombre. Cómo me llamo. Cómo llegamos a esto. A este sinsentido.

Aún escucho tu voz. Lo hago. Lo haré siempre. Lo sabes.
Y es lo que más duele.

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