Apretón de manos

¿Qué si soy un fantasma?, es curioso que me haga esa pregunta pues yo también la formulé hace tiempo en esta misma estancia, en esta misma biblioteca. De las misma forma que ahora usted hace conmigo. Se ve que llegó mi hora. No creo equivocarme si digo que esa decisión suya a la hora de abordar una pregunta tan compleja me hace creer firmemente en usted. ¿Busca la verdad?. Yo también lo hacía. Por eso estoy aquí.



Quizá la historia que le contaré a continuación pueda parecerle extraña. Para mi también lo fue la única vez que la escuche. Entiendo que pueda turbar sus sentidos y hacerle perder la cabeza por una larga temporada. A mi, ya le digo, me pasó; aunque de eso haga mucho tiempo y muchas almas mortales que pasaron por este mundo estén ya en otros, (mejores o peores) con su envoltorio putrefracto devorado por gusanos y alimañas de ultratumba.




Llegué a este caserón hace cientos de años, como tantos otros, atraído por las leyendas de druidas, alquimistas, filósofos varios, eremitas y bohemios que se contaban en la comarca. Todas sin excepción, en caso de que mi primera apreciación no fuese falsa, le habrán traído hasta aquí.


No sé decirle por qué siempre tuve esa predisposición al estudio de toda materia cognoscible y una deslumbrante curiosidad por lo no humano, el caso es que finalmente estas malditas obsesiones me hicieron perder la cabeza y la vida en busca de alguna verdad que nunca encontré y que ahora que me llega la hora de dejar esta estancia me doy cuenta de nunca lo haré. Ni estuve cerca de hacerlo. Esto sólo se lo digo para que quedé usted avisado de lo que encontrará aquí.


Llegué. como decía, a lomos de mi caballo y acompañado de varios aldeanos de la zona que sólo accedieron a guiarme hasta aquí después de pagarles una fortuna en doblones y tierras familiares y con la promesa de no hacerles entrar dentro de la hacienda.



Nada más divisar el caserío a lo lejos mi cuerpo se lleno de tristeza. De una tristeza que se respiraba en el ambiente. La cara de todos y cada uno de mis porteadores-guias se tornaron blancas, sus ojos desprendían lágrimas cargadas de miedo y desesperación, sus brazos parecían haber entrado en rigor mortis. Soltaron todo mi equipaje y salieron en busca de las seguridad de sus hogares como poseídos por el demonio.




El caseron señorial, como ya pudo usted observar, es de estilo neoclásico. Seguramente el mejor conservado de la zona (me refiero al edificio en el que no se observa ni una sola grieta o amarilleamiento en sus paredes debido al paso del tiempo fenómeno que no ocurre en este lugar); si bien, como tambien habrá observado, toda la parcela que lo rodea esta en un estado deplorable de ruina y dejadez, como si todos los edificios hubieran sido dejados alli el mismo día en el que tambien dejaron caer el dolmén del claro del bosque. Yo lo observé aquella vez pues antes de aventurarme aqui dentro rodeé el edificio en busca de algún indicio de vida. Poco encontré, la maleza lo rodeaba todo incluso las tumbas del cementerio familiar de la parte trasera, me pareció ver moverse a algún oroscefro pero nunca pude adivinar con certeza si era uno de esos seres o una simple ardilla en busca de algo de comida. Lo que más me llamó la atención fue la negrura del lago que hay más allá del camposanto (yendo hacía el hayedo), visto desde el embarcadero usted no será capaz de ver su cara reflejada en el agua. ¿Agua? o más bien ¿negrura líquida?, a saber, no será capaz de ver el fondo cenagoso o de advertir un sólo pececillo o, incluso, de mojarse los dedos de los pies en su gélida superficie.

Dejando a un lado los detalles de los alrededores, se habrá fijado, tal y como hice yo en su día, de la atmósfera que se respira aquí dentro, el revoltijo de muebles de todas las épocas que solo se podría encontrar en el Metropolitano de Nueva York, las telarañas colgando de cada rincón sin vida, los candelabros sin velas ni luz artificial, los enormes ventanales puntiagudos dejando entrar de vez en cuando una ráfaga de luz que se clava en la retina cual puñalada. Se puede definir de muchas formas la sensación de estar aquí dentro, yo suelo hacerlo con la palabra agobio pero otros, antes de mi, lo hicieron con desidia, dejadez, hastío, intemporalidad... ya tendrá usted la suya propia.

Este olor a anciano que todo lo inunda acabará por formar parte de su propio ser y llegara el día en que no note que es usted el que lo desprende y tenga ganas de quitarse una vida que ya no será suya y, ese día, se dará cuenta que lleva muerto mucho tiempo y sólo esta esperando la llegada de otro amigo de la búsqueda de la verdad absoluta para poder dejarle a él esa ardua tarea y poder irse a descansar eternamente al lago de las almas negras de la desesperación.

Antes de que sé de cuenta usted mismo será la única fuente de ese aroma. Aquí el tiempo no pasa, ya le dije.

Pero hasta que llegue ese momento aun tendrá que pasar años de estudio y desesperación. Aquí en esta misma biblioteca. Aquí donde cada libro es una reliquia. Donde cada incunable descansa desde que es editado hasta el fin de los días. Donde he estado tanto tiempo que puedo recitarle cualquier pasaje de cualquier volumen que usted elija. Aquí donde no hay nada más que hacer.
Sólo buscar la verdad, una vez se entra no se puede salir.



Es extraño; el ente que me dio el relevo a mi mismo, creo recordar, me dijo sentir lo mismo que yo siento ahora mismo: desesperación, incredulidad y ante todo un enorme alivio. ¡Adiós pesadez de hombros ante la falta de respuestas, hasta nunca ojos cansados, olvidate de mi cerebro hiperactivo!. Descanso. Por fin.

Usted, en este instante, estará pensando lo mismo que yo, o algo por el estilo. ¿Cállese carcamal?. Si he llegado hasta aquí es por algo. ¡Vállase de una vez o déjeme buscar mi destino en forma de verdad!, en forma de papel, de libro, de palabra, de verso, de verbo, de Dios, de nada.



Nada me haría más feliz ahora mismo que callarme y dejarle en paz. Hallando qué. Nada. Ya se lo digo. Nada. Vació. Cero. Vaso sin vino. Cigarro sin hachis. Rey sin reino. República con Rey. Absolutamente nada encontrara. Y es mi deber informarle del riesgo que corre.

Perderá todo. Su vida. Su familia. Su coche. Su misa de domingo. Su niñez. Sus domingos de resaca. Su compañía en las noches de invierno. Su soledad en las, de verano. Su té de por las mañanas. Su embriaguez de los atardeceres. Su olor de despertar. Sus agnosticismo de madrugada. Su, su, su.



En cuanto le de el relevo querrá no haberlo hecho, darme la mano, digo. Es la tradición. En algún tomo encontrará los inicios de esta ¿logia?, ¿tradición?, ¿locura?. Dejémoslo en los inicios. Eso puede que lo encuentre, o crea haberlo encontrado. ¿Sócrates es el inicio?. ¿O Jesucristo?. ¿O Bin Laden?. Qué lio. Qué nudo de Damocles. Qué encrucijada. Qué síndrome de creador.
Se perderá, se lo aseguro, en alfabetos latino, griegos, cirílicos, hebreos, alifatos y jeroglificos.
Se perderá en la razón y el empirismo, entre Alá, , Zeus, Ra, Tutatis, Shiva, Confuncio, Shakiamuni, Cristo, Yavhé, Jehoba, Stalin, la cruz, la luna, el pez, la estrella de seis puntas, Mickey Mouse, Mc Donald´s. Cualquiera es fuente de pérdida

Y si la matemática euclidiana tiene más razon que la descartiana y ningun de estas dos vale una chinita de arena en comparación con la leibtziana.
Y si la física newtoniana queda en agua de borrajas fritas en comparacion con la newtoniana (si es que existe) y, si, además estas dos son un Maneken pis en contra del Empire State de Hawkings.
Y si Darwin no era más que un copiota de su abuelo, y si existiera una historia de verdad y otra de mentira, y si dos y dos son cuatro, y si la raiz de dos pitagórica no existiera, y si esxitiera una humanidad, y si no, y si..........si es el momento de irme.

Su mirada me lo indica. Su temblor de manos. Su quinto cigarrillo. Su mirada perdida en el vacio por una historia sinsentido.

No sé si soy un fantasma, sé que pude ser más humano, no sé si sólo soy fantasma, sé que hice todo lo que pude aqui, no sé si alguna vez seré un fantasma, sé que por fin puedo irme, no sé si estaré entre dos mundos, sé que nunca estuve en ningun mundo, no sé si tengo cuerpo material, sé que una vez sentí algo. Sentí un apretó de manos. Un contrato físico. Deme si mano.
Déjeme ir: Quédese aquí. Ya conoce los riesgos. Pero, la verdad.

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