El otro lado de la mesa

El café se enfría cada día un poquito más. Éstos pasan como trenes a toda velocidad y con un paisaje más que monótono de ordenadores, televisión y ganas de cortarse las venas en vertical. Conversaciones sin sentido y poco pasionales sobre cualquier tontuna. Las noches frías en pleno agosto. Las sábanas ásperas sin restos de amor ni bellos púbicos. El hámster dando vueltas a su rueda giratoria y yo, a mi cabeza loca.

-¿Me sigues queriendo mi amor?- pregunta ella mirando al infinito. Nunca, a mis ojos.

Siempre me lo pienso antes de contestar a una pregunta de este estilo. Siempre son para pillarte. Siempre tienen trampa como las de teórico. ¿Qué es querer?, ¿qué es lo que realmente quiere ella escuchar?, ¿qué es lo que siento yo?. Querer podría ser que se me erizaran los pelos a su contacto y que nuestro cruce de miradas desatara un huracán en el Caribe y que cada minuto sin ella fuera un minuto innecesario en mi vida. Ella, esta claro, quiere escuchar un no, la pregunta sería retórica en caso de que quisiese, un si; compartimos cama, tardes de domingo, mesa y hasta los cigarrillos para qué esperar una respuesta ¿no es eso lo que quieren las mujeres?. Y yo. Yo. ¿Qué cojones quiero yo?. Yo que sé. Quiero que el barça no gane la liga, quiero la PS3, quiero dejar de trabajar, quiero volver a meterme en la cama, quiero esa chupa tan guapa que vi en aquella tienda, quiero tirarme a la cajera del sabeco, quiero que Alaska no saque un solo disco más, quiero que Aznar se quede calvo. Demasiadas idioteces.

- Claro que si mi vida- digo por decir algo (¡joder! son las ocho de la mañana).
- Te lo has pensado demasiado, ¿por qué?- empapa una magdalena en mermelada.
- Es una pregunta demasiado profunda para responder a la ligera, ¿qué coño has soñado?- me rebusco en la nariz una roquita de moco.
- Que me follaba a mi jefe en su despacho. Me gustaba. ¿por qué te lo pensaste? -se limpia los labios con el dorso de la mano.
- ¿Por qué no lo haces? me gusta pensarme las cosas- embolo el mocarro entre mi pulgar y mi índice.
- ¿Quién te dice que no lo hago?- suena su móvil se va a la habitación a hablar. Ojala sea su jefe.

Encesto mi pelota verde en su taza. ¡Tres punto colega!. Enciendo el primer piti del día, tengo que ir al baño, no me gustan los yogures. Me meto la mano en el pijama y me rasco los colgantes con los dedos.
Puto sueño.

- Me voy cariño, reunión de urgencia, vienen los alemanes- me da un beso en la frente. Cierra la puerta con premura- ¡Hasta la noche!

- No, creo que no te quiero- tiro el café por la pila. Esta helado.




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