Si quieren joder. ¿Jodamos?.

Decidí, en ese instante, que me iba a cagar en la puta madre de cualquiera que se metiera en mi vida sin permiso y con ánimo de lucro. Es curioso que fuera justo en el momento en que, después de unos años catastróficos e irrelevantes desde el punto de vista amoroso, hubiera vuelto a tener un poco de Fe en ese sentimiento dañino, oscuro, sin sentido e imposible que es el amor.
Pero teniendo en cuenta la cantidad de gente que había echo correr rumores, injurias y calumnias sobre mi (sin ningún tipo de fundamento o conocimiento), no me quedaba otra. Si no puedes vencerlos, únete a ellos que son pocos y cobardes pero tocan las pelotas de mala manera.

Supongo que igual era por mi acento barriobajero, o mi forma de fumar a lo Humphrey Bogart, mis coñas brutas que, habitualmente, sólo me hacían gracia a mi mismo (¿para qué más?), ¿mi forma de vestir?, ¿mi manía de no afeitarme más de una vez al mes?. No.No. Fijo que era esa otra manía de no meterme en la vida de nadie. Joder. Me toca los huevos lo que fuera. El caso es que la fama que tenía no se correspondía ni lo más mínimo a mi verdadero Yo. Decían que era un chulo, un mujeriego, un yonki, un vivalavirgen, un infiel, un lobo con piel de cordero. Lo peor de lo peor. Más malo que un cáncer testicular. Más evitable que una pareja sifilítica. Menos recomendable que un restaurante chino al lado de una perrera. Un jodido desconocido, en fin, del que más vale hablar mal que dejarle a su jodida tostada mental.

Pues en aquel instante. Reventé. Después de una semana maravillosa. Sin gentuza pululando a mi alrededor.
Unas semanas antes me veía bien de nuevo. Con ganas de salir y conocer a alguien. No a alguien cualquiera. A Ella. Con sus ojos de caoba que se salen del blanco del, izquierdo. Su preciosa boca sonriente con su diente autista en la mandíbula de abajo. Sus andares culeros. Su estilo amaral con su toque punki personal. Su mirada tras la cortina de sus pelos. Las manos de negrita con sus lineas perfectamente marcadas.
La cuestión es que una vez me vi animado y en forma. Intenté por todos los medios a mi alcance conseguir su teléfono y quedar con Ella. Después de todo no nos conocíamos lo suficiente como para que alguna vez hubiera escuchado nada malo sobre mi. Y mejor conocerme en persona que por habladurías.

-¿Te apetece quedar un día de estos?- lo dejé caer como si nada.
-Mañana no tengo nada que hacer- respondió con una seguridad que intimidaba.

Y quedamos. Y yo tenía miedo. Sólo al principio. Y después nos dejamos llevar. Y fue la hostia en verso. Y pasé con Ella los mejores días de mis últimos años. Y ella decía algo parecido. Incluso lo mismo.
Amor, amor, amor. ¿Amores hay muchos no?. Solía preguntarme a mi mismo a todas horas durante esa semana. Cuando ella se daba la vuelta en la cama y yo la tocaba suavemente su preciosa espalda de seda oscura y empezaba a emitir un hipnótico y extremadamente dulce ronquidito que me llevaba al parnaso. Si, si que hay muchos, pero como el de Ella ninguno.

Como era de esperar teniendo conocidos comunes. En todo caso amigos de ella y en algún que otro antiguos, mios. La comidilla empezó a correr como una puta detrás de un ricachón en un Ferrari. Y, bueno, al poco comenzaron las mentiras sobre mi. No me enteré de ni una de ellas. Que decían que era un cerdo aprovechado. Que decían que sólo quería llamar la atención. Que decían mierda con sabor a palabras. ¡Basta ya!. ¿Qué pensaba yo?. ¿A quién coño le importaba?. Siempre la misma historia y el mismo final.

Así que decidí cagarme dentro de las bocas injuriosas y mearme en las cuencas de sus ojos y vomitarles en sus caras goebbelianas. Y a ello iba ese día que reventé. Sin dudarlo. Sin un sólo temblor de manos psicópatas. ¿Queréis joderme?. Moriré matando pensaba mi ira por mi.

Y justo cuando iba a empezar la masacre. Apareció Ella. Y me dio un beso lenguoso y atachuelado. Y pensé - ¡Qué se jodan!- y Ella dijo- ¿Te adopto?.
Y bueno esa bocas llenas de veneno se callaron para siempre. O eso pareció.

Aunque ahora mismo me da igual. Todas las noches duermo desnudo junto a Ella. Y cuando me despierto sigue ahí con su sonrisa de muñeca. Y mi conciencia tranquila como Ella decía que era y más tarde demostró. Y llenamos la nevera. Y desintoxicamos nuestro hígados con cerveza del simago. Y no podíamos dejar de mirarnos. Qué hijos de puta somos. Si, a veces, lo pienso.

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