La verdadera pandemia

Y ahora la veo acercarse a mi. Como si nada. Me toca el hombro izquierdo y me doy la vuelta. Su melena de zorra me acaricia el lado izquierdo de la cara y la miro de reojo, con desconfianza ciega.
- ¿Ya ni me saludas?
- Hola
- ¿Ya ni me hablas?
- Te he saludado
- ¿Por qué?
- Ya lo sabes. Déjame en paz

La muy cerda. Qué fácil es convertir las putadas en simples anécdotas para su cerebro subdesarrollado. Qué fácil olvidar que me fui cansado de sus desmanes, de sus desplantes y sus desfases horarios. Qué fácil es todo cuando no eres más que una adolescente treintañera. La pandemia del siglo XXI: Adolescencius perpetuis.
Y la miro, alejándose, por mi izquierda. Con la cabeza mirando al suelo. Con la penitencia que le impone su remordimiento martilleándole los oídos. -Has sido mala-Has sido mala-. Y, de repente, suelta una carcajada y me mira de nuevo.-No me importa-Me importa un bledo-No me duele-Soy una mujer independiente-Se dice a si misma. La conozco.

Y vuelve a la carga. Por la izquierda. Por mi izquierda. Sabe que tengo más mano izquierda que ella y, más temple. Sabe que no la gritaré, ni la agrediré, ni hostias de esas suyas. Ese no es mi estilo. Nunca lo ha sido. No me conoce.
Me pregunto qué necesita. Sólo se muestra dulce conmigo, con cualquiera, cuando necesita algo. Uno de los síntomas de su enfermedad: Egoismus Convenidus.

- Hazme un favor
- No me viene bien
- Aún no sabes qué es
- Me da igual
- Sólo es un favor. Hazlo por lo que hubo

¿Qué hubo? me pregunto rascándome la barba. Hubo basura y peleas, risas a mi costa, ninguna felicidad ni compañía y gente mucha gente. Nosotros, yo, eramos una casa de putas, cualquiera se metía a jodernos, joderme. Un síntoma más: Chantajus Emocionalis.

- ¿Qué hubo? no lo recuerdo
- ¿Cómo puedes decir eso? Tú no eras así antes
- Antes ¿Cuándo?
- Antes. Cuando me querías
- No sé a que te refieres

Y eso es lo más triste pienso cerrando los ojos intentando no mirar su boca de fulana. Lo más triste es que es contagioso y antes le hubiera hecho el favor, fuera cual fuera. Aprieto los ojos no dejando salir las lágrimas que empujan a mis parados. No hay duda tengo un síntoma: Sentimenta Interpele.

Y se va. Se aleja haciéndose una coleta de pilingui, moviendo el culo y gritando improperios. Me acaba de cruzar la cara con su mano derecha abierta. Me pica el carrillo izquierdo. No hay duda ella esta infectada: Violentia Gratuitika.

Dentro de poco yo también seré un monstruo.

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