Manolin. El superheroe anticapitalista.

Aquella mañana no era una mañana cualquiera. Que si que el sol salía por el este y el birují mañanero ponía los pelos de punta y los trabajadores tomaban las calles con sus coches y fumaban cigarrillos laxantes de primera hora y tocaban el claxon y soltaban todo tipo de juramentos al resto de conductores que se paraban en los semáforos en ámbar. Pero por lo demás, como poco para Manuel, no era un día como otro cualquiera. Era el día del principio de su muerte.

Manolín, pobre diablo, a mi personalmente me caía bien, muy bien ¡qué coño!. Era un tío introvertido y callado. No salía mucho de casa. En el barrio tenía fama de friki y pocos amigos (aunque amigos amigos realmente todos tengamos pocos). Costaba acercarse a él, mejor dicho, costaba entrar en su mundo. A mi me costó varios años. Era un tío muy leído que se dice. Una especie de Don Quijote de la era digital. A ver, me explico, él no estaba enganchado a las novelas de caballerías, no creo que supiera nada sobre las andanzas de Amadís de Gaula, pero si que lo estaba a los comics de Marvel, Dc, manga gekiga y cualquier publicación que contuviera dibujitos y héroes. Aunque Manolin era más un antihéroe, una especie de Lobezno. Enfadado con el mundo. El mundo, la sociedad, era su enemigo máximo. Su Magneto. No le faltaba razón.

Pues eso que aquel día se acabó todo. Yo intente hacerle entrar en razón. Pero casi me hace entrar él a mi. Por poco acabo encerrado con él y los hijoputas de sus jefes en la sala de reuniones. Si, por poco acabo como él, con un cinturón de dinamita casera y un botón en off esperando a ser pulsado para mandarlo todo a tomar por el culo. Seguro que al oir la noticia de aquel secuestro tan nazi, tan punk mejor dicho, mucho se llevaron las manos a la cabeza o se atragantaron con la cerveza. Fijo que si. Fue portada en todos los periódicos que sacaron hasta ediciones vespertinas y noticia de entrada en los telediarios (menos en telemadrid por supuesto).
Aquel día, y los tres siguientes, las calles fueron nuestras. Me refiero a los pocos que entendimos aquella acción, o más bien contra acción, como el inicio de algo, algo importante. Vimos aquello como una redición de la Revolución francesa y salimos a las plazas y tomamos los ayuntamientos y más de uno se quedó con ganas de costarle la cabeza al rey y clavarla en el tridente de Neptuno. Pero, ¡qué hostias! si el gilipollas del rey ni pincha ni corta. Dejadle con sus tráficos de armas y sus putas y sus amigos de mala calaña pero buena alcurnia-dijeron otros.

Eso era lo que buscaba Manolín. Un poco de esperanza. ¿Para quién?. Pues para los que aún no la habían perdido, él ya lo había hecho. Y la verdad es que lo consiguió.
Me llamó unos días antes. Quedamos en el Vips de la plaza de los cubos.
Me lo contó todo sin pestañear mientras se bebía un batido de fresa. Yo me quedé mudo.

¿Y bien? ¿Qué te parece? - Preguntó. Joder, colega, se te ha ido la olla.
No, tío, piensalo. Piensalo bien. ¿Qué puedo perder?. -¡La vida!.
Tampoco es tanto. El banco me ha embargado la casa. María me ha dejado. Soy menos que mileurista. Ya me he leído todos los comics que una vida merece. Me he pasado el Call of duty 4. No tengo ilusiones, tío. Y encima tengo que aguantar a los cabrones de mi trabajo, a las cerdas de mis compañeras. No aguanto la televisión ni la radio. Odio los atascos. No me gusta la moda ni la música electrónica. Hace un huevo que no toco las drogas ni me emborracho por las noches.
-Lo ves todo muy negro, no sé, ve al médico. Igual tienes una depresión. Te mandará unas pastillas y como nuevo.
-No es eso. Además no confío en las farmaceuticas.
-No sé, busca otra solución, afiliate a un partido político.
-¿Estas loco? Me gustaría poner una piedrecita para acabar con el sistema. No formar parte de él. Son todos iguales. Menos esos cabrones que tienen las manos llenas de sangre. ¿Quienes son ellos para tildar de terroristas a todo el que no haga como ellos?.-Empezó a tararear la sintonía de los mitines de ese partido tan democrático.
-Me dejas muerto. No sé qué decir.
-Ahora no tienes que decir nada. Pero tú seras mi portavoz. Como mi San Pedro- se santiguó de coña y dijo: Amén.
-Pero, tío, no estoy de acuerdo en lo que vas a hacer.
-No pasa nada. Mira San Pedro. Él tampoco creía en Jesús pero creo que una vez muerto éste le fue bastante bien.

Eso fue todo. Quise pagar pero no me dejó. Dijo: -Hoy empieza todo. Pagar es de gilipollas. Hicimos un simpa.

No fue hasta una semana después que volví a tener noticias suyas. Fue este día del que vengo hablando. Me desperté a mediodía, me fume un cigarro, encendí el televisor y ahí estaba. Una foto de Manolín. -No sé sabe mucho más del perturbado que se ha secuestrado al comite directivo de la multinacional- Decía la futura princesa de familia republicana- Su nombre es Manuel Fernández Sanz es natural de Madrid cuenta trenta y tres primaveras y según varios compañeros de trabajo está un poco mal de la cabeza. Va armado y ha dado un ultimatum de tres días a politicos, empresarios y banqueros para cambiar su politíca laboral, subir los sueldos, condonar hipotécas y encarcelar a corruptos y ladrones de dinero público. El perturbado que se hace llamar Manolín va armado y amenaza con acabar con su vida y la de todo el comité si no se escuchan sus exigencias.
Se ruega a toda persona que conozca a Manolín se ponga en contacto con la autoridades

Llame al instante al teléfono que aparecía en pantalla ocultando mi número de móvil.
-Conozco a Manolín. Soy su mejor amigo
-¿Cómo se llama?
-San Pedro. Usted puede llamarme San Pedro.
El funcionario del otro lado de la linea colgó. Supongo que creyón que era una broma. Lo intente varías veces más sin exito. Así que desistí.

Aquellos tres días fueron un ir y venir de noticias falsas, de mentiras, de gente del barrio en televisión diciendo que le conocían, que eran amigos suyos que sólo era un friki, un estúpido con complejo de inferioridad.

Pasaron los tres días y la noticia del secuestro ya había sido diluido con una derrota del Madrid y un master series para Nadal. Manolin accionó el botón y la sexta planta del edificio de su empresa se fue a la mierda. Dust in the wind. Tambien se fueron a la mierda las vidas de los integrantes del comité. Y, para muchos, la de Manolín el terrorista.
Claro que muchos de estos que dicen que Manolín era un perturbado y tal y cual creen que sólo fue una anecdota más de esta sociedad loca y sin escrupulos. Algo tipo Columbine. Pero no es así. Manolín no era un loco. Sólo hay que ver la mirada de mi jefe de departamento cada vez que tiene que pedir algo. Esa mirada de moñigo en el culo. Esa mirada de puedo ser el siguiente. de si no tienes nada que perder da igual todo. Eso le acojona.

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