Coleccionismo

Así a lo tonto me he ido juntando con una con una considerable colección de botellas y latas de cerveza. Lo que empezó como un, digamos, diario original de mi juventud, se ha convertido, con el paso del tiempo en una obsesión patológica. Porque lo que se dice joven, joven, no soy. Vamos, que hace ya unos años que me jubilé y fue ahí cuando mi hobbie se tornó en obesión. Porque claro con tanto tiempo libre ya se sabe. Hasta que me jubilé no tendría más de trescientas botellas y unas cincuenta latas, no más. Las que había ido juntando desde que me fuí al interrail el año antes de acabar la carrera. Me traje unas cuantas de Amsterdam y Munich, poca cosa que luego todo iba a mi espalda.

Éstas primeras, en la estanteria de la que fue mi habitación, con sólo mirarlas me llevaban allí dónde las había degustado, un Coffe-shop, una carpa del Oktoberfest o la terraza de aquel albergue en Salsburgo. Se me venían a la cabeza conversaciones vividas en un canal de Brujas comiendo unas galletas de mantequilla con los pies colgando o en la segunda planta de la torre Eiffel mientras recuperaba el aliento de setecientos escalones metálicos.


Y claro como siempre estuve tan ocupado entre mis masters, mi trabajo, mis clases de alemán, reuniones de vecinos y los domingos de fútbol, joder, que cualquier momento ocioso ha sido bueno para guardar un pequeño viaje al pasado. Qué no hago daño a nadie. Pero claro desde que me jubilé cualquier momento es ocioso. Y como, precisamente, no he tenido muchos momentos así. En fin que con tanto tiempo libre y tantas piezas que coleccionar. Si yo entiendo el enfado de mi mujer. A ver que cuando decidí que, por falta de espacio, iba a trasladar parte de la colección a la habitación de la niña, yo tampoco lo vi enfermizo ni mi mujer, quiero decir, "como ahora tiene más tiempo libre el pobre" pensó, pues eso que me dediqué a mis cosas. A lo que me interesaba.
Pues me bajaba al bar con el resto y nos echábamos un tute. Y depués otro. Y, ya se sabe, que mejor acompañamitno a una tapa que una buena cerveza. Cosas del maridaje, y tal, que no es que lo diga porque sí. Y con tanto tute y tanta tapa la habitación de la niña se me quedó pequeña y eso que quité la cama y usé el armario a modo de vitrina cerrada. Claro, pues a mi mujer ya no le pareció tan normal. Y no sólo porque le invadiera el cuarto del chaval, que era (entonces), el triste cuarto de la plancha. Es que me dijo "lo tuyo tiene delito". De todo lo que le esuchado a mi mujer en treinta años de matrimoniolo peor es, sin duda, "lo tuyo tiene deito". Y me acojoné un poco e intenté cambiar mi hábitos. Pero es que irme a mirar las obras tampoco solucionaba esta obsesión. Porque con las tiendas de los chinos y esas conversaciones de encofrados, planos, masilla de cemento y recalificación de suelos. Tan interesantes. Que nadie me puede arancar la ilusión de guardar un momento así en una botella. Y yo lo intenté, eso que quede claro, que si es un problema mejor solucionarlo. Lo intento pero es dificil, como dejar el tabaco o acertar quince en una quiniela, no lo consigo por más que ponga de mi parte.

Mi mujer no lo entiende. Y cuando comencé a colgar estanterias en el pasillo, en la cocina, en el salón y hasta en el recibidor. No le sentó muy bien. LLamó a los niños. Joder, lo intenté. No se lo creén pero es así. Que cuando me deshice de todas mis botellas, de todos mis botes, no solo fue por el pastón que me saqué de la colección, que creo que han abierto el museo de Contenedores de cerveza en Austin, Nueva York, además lo hice por que sabía que ella, mi mujer, iba a darse cuenta de que ella me da suficiente. Se iba a dar cuenta de que ella, es mi mejor recuerdo. Que mirarla a ella. Sus arrugas. Sus enormes ojos. Sus patas de gallo. Su mal genio. Su cuarto de la plancha cervecero. Su hipoteca. Sus dos hijos. Su madre. Nuestros veranos en su pueblo, en la manga del mar menor, y la virgen de agosto. ¡Madre! que recuerdos. Si ella supiera. Que ella.

En fin que lo he pasado muy bien hoy. Y que no creo que esta latita de Mahou pueda hacer daño a alguien, una vez terminada digo, pero quién sabe. Yo por mi me la llevaría pero no sé si me entiende. Ya sabe.

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