Chicas malas

Acabamos en la habitación de no sé quién. El caso es que allí estábamos con un pedo que a nuestro lado Antonio Vega habría parecido un simple amateur. Toda mi vida había querido estar con alguien como ella. Misteriosa, preciosa, más viciosa que yo (tragó y esnifó y fumó todo lo que todos los demás juntos)

La cama era extraña. Demasiado grande quizá. No sé, igual eran las sabanas de raso negro (¿quién en su sano juicio duerme de forma habitual en unas sabanas de raso?). O puede que fuera porque ella se fue a la otra punta del camón y hacía frío. O yo qué sé. ¿Los gemidos de la habitación de al lado?. Sinceramente, no estaba acostumbrado a meterme tanta basura en el cuerpo. Supongo que fue todo un poco. Por primera vez estaba con la chica de mis sueños. Es difícil de explicar. Cuando estas en el instituto siempre quieres estar con alguien como ella. Peligrosa. Vivida. Siempre rodeada de los mayores. Esos aires de superioridad en mi cama. De repente. Sin saber por qué. Sin ganas de ella pero deseando tirarmela.

-¿Nos ponemos el último?- pregunto ella.
- PPP mgr veas- O algo así, respondí yo.

Cogió un cd de los Beatles y pinto dos enormes lineas blancas sobre las caras de Lennon y Ringo. Se metió su parte de la forma más natural del mundo como el que enciende un cigarrillo o se hurga la nariz con el índice. A mi me costo dos intentos y aún así dejé para un generoso nevado que fumamos mientras ella hablaba de su ex y yo miraba sus tetas con descaro y con un cosquilleo bastante familiar en la entrepierna. Sólo cosquilleo. Nada más.

La besé y ella respondió generosa. No sabía a nada especial. A nada realmente. Puede que mi paladar estuviera demasiado anestesiado, es cierto. Pero mis hormonas podían con mi desidia sexual. Igual debería haber comido techo un rato y después haberlo intentado. ¿Quién soy yo para saberlo?. Estábamos allí y punto.
La desnudé completamente, menos el tanga. Lo mismo hice conmigo incluyendo los calzoncillos de marca que llevaba por si las moscas triunfaba. Estaba a punto de hacerlo.

El cosquilleo iba a más. Pero sólo el cosquilleo. Empezamos a besarnos con más pasión. Con más fuerza narcótica. Me arañaba la espalda y yo la tiraba del pelo. Joder iba a hacerlo con una de ellas. Como siempre había soñado. ¿Qué habría debajo de su tanga?. No lo quería saber pero necesitaba verlo, tocarlo, besarlo. Olerlo.
Pegué un trago a la botella de agua que había en la mesilla. Sabía a plástico. Ella me acariciaba la espalda con la punta de sus dedos. Me abalancé sobre ella y le arranqué el tanga de un mordisco. Me dejó mal sabor de boca. ¿El plástico de la botella?. No sé ya no estábamos en el instituto. Yo tengo entradas. Y tenía el cerebro para hacer masa de croquetas. El cosquilleo no iba a más.

Fóllame!-susurró en mi oído.
-Tengo que ir al baño-

Me vestí. Me fui a casa. Me masturbe pensado que aún tenía dieciséis años.

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