La jodida playa

Como odio ir a la playa. Es la cosa más absurda que se puede hacer en vacaciones. Es más sólo he venido porque ella quiere. Ella quiere esto, ella quiere aquello.
Joder, con lo a gusto que estaría ahora mismo en mi casa, tirado en el sofa, con una cerveza bien fría, viendo Padre de Familia o Perdidos o cualquier serie de la televisión; sintiendo el dulce y suave roce del mando a distancia en mi mano derecha (¡yo tengo el poder!).
Pero no. Estoy tostándome al sol de Cadiz. Exponiendo mi cuerpo a los riesgos de los rayos de sol. Embadurnado en crema solar antiquemaduras, mañana estaré rojo como un tomate. La atmósfera es irrespirable con este toque salado, húmedo y atunero.

-¿Te aburres, mi vida?- me pregunta tras sus gafas oscuras con protección UV, mientras se da la vuelta en la toalla y se desabrocha la parte de arriba del bikini. Yo escarbo en la arena, sentado en una silla plegable blanca. A lo lejos hay dos tías en top-less pero mi inmensa miopía me impide adivinar de qué color tiene los pezones ninguna de ellas.
-¡Cariño! ¿Estas aquí?- insiste.
-Claro que me aburro, sabes que odio la jodida playa- hay veces que las preguntas sobran. De todas formas hoy me desperté con el pie izquierdo y lo sabe. Sólo quiere sacarme de quicio.
-¡Anda!, échame cremita en la espalda, ya veras que morenos llegamos a Madrid- ¿Crema?. La crema hace que la arena se pegué a las manos. Es un imán. Dios, sabe que la dije que se cogiera un spray.

Embadurno su suave piel con cremita. Mis manos se vuelven viscosas y pegajosas. ¡Más madera!. Pero su piel es tan suave. Y cuántas pequitas tiene. Una, dos, tres, esta siempre ha sido mi favorita, en medio de la espalda justo. Hoy la veo más grande que cualquier otro día. La beso. Algún día esta pequita se tranfomará en un melanoma y entonces entenderá por qué odio la playa.

Terminada mi tarea me acerco al quiosco que hay en el paseo y cojo dos cervezas. Las pido bien frias. Pero una vez abiertas saben a pis con un toque de amargor. Además no tenían Mahou. ¿Se puede torcer más esta mañana playera?. Me acuerdo de los cabrones de mis amigos. Están en Amsterdam. Yo tenía el billete pero ella no quiso venir y como era la única etapa de vacaciones que teniamos en común decidió que mejor playita. ¡Qué cabrones! bebiendo cerveza bien buena y fresquita y de coffe-shop en coffe-shop. Malditos bastardos.

-Voy a ir a el apartamento un momento, ahora vuelvo- me dice. Asiento con la cabeza. Es el momento de acercarme a ver las galletitas de aquellas dos.

He ido y he vuelto dos veces. Esta no vuelve. Supongo que habrá tenido un apretón. Suele ser dura para esas cosas cuando salimos de casa. Paciencia, tío, paciencia. Las tetas de aquellas dos no están mal. Claro que yo las comparo con las mejores del mundo. Las de ella. Redonditas, duritas y con unos pezoncillo que al verlos hablán: -somos tuyos-suelen decir- arrancanos de aqui.

Me tocan la espalda con dulzura. Me doy la vuelta con sorpresa. Es ella.

-¿Te has quedado vacía?, ¿Cómo le has llamado?- Quiero volver a casa ya. Que se acabe esta tortura.
-¡Anda!, cascarrabias, toma, mira lo que te ha traido mami para tí. No eches de menos nada. Ya volveremos. Ya iremos a Amsterdam.- me acerca una barrita de hachis blandita y verde con una sonrisa pintada en su cara. Que sonrisa tiene. Me lanzo hacía ella y la doy un beso de los del principio. Con sabor a pasión desenfrenada.
-Soy un egoista, lo siento-
-Lo eres, por eso te quiero. ¡Anda! vamos a comer. Me han hablado muy bien de un sitio al final del paseo.

Recogemos. Nos vamos de la mano hacía el restaurante. Despacito. Bajo el torrante sol.
Se las sabe todas. Por eso la quiero.

La buena educación

El otro día, volviendo de mi clase de relajación semanal, me encontré con un antiguo amigo de la universidad. Hacía que no nos veíamos siglos (o más). Estaba un poco demacrado, no sé, más calvo, más gordo, menos juvenil digamos. Llevaba traje, corbata y maletín a juego (cosa que me hizo bastante gracia).

-¿Qué tal todo, tío? Parece que te va bien, ¿no?- dije sin darme cuenta de la cantidad de años que no hablaba con él. Es más puede que no hubiera hablado con ese imbécil en todos los años que estuve en ese antro de universidad. En aquella época me pasaba el día fumando canutos y apostando cervezas al mus. Creo que fue el pringado que me dejó los apuntes de contabilidad II o alguna de esas absurdas asignaturas. Pero, que coño, hacía años que no le veía. Y esta es una situación similar a cuando te encuentras a tu vecino de rellano, con el que evitas subir en el ascensor todos los días, en Torrevieja o Benidorm y acabas cenando con él mientras su jodido niño te pringa de helado de chocolate y el putón de su mujer parece insinuarse. Es una obligación. Una cuestión social. Vamos, creo yo.

Pasó un buen rato hasta que me reconoció, si es que lo hizo el muy mamón. Yo iba en chándal, zapatillas de deporte y estaba echándome un piti (eso si que relaja y no la mierda esa del Jacobson, los médicos no tienen ni puta idea de lo que hacen).
- Eh eh, ¿que tal?. Yo bien, bueno no me puedo quejar, soy director de una sucursal de La Caixa aquí cerca, trabajo mucho. ¿Pero no es lo que buscábamos?. Estoy casado y tengo dos maravillosos hijos, el mayor cumple tres años la semana que viene. ¿Y tú, cómo te va?- Que inútil, pensé en ese momento mientras me radiografiaba con sus lentes como si fueran de rayos X. Una vida tirada a la basura. Buen estudiante. Buen trabajador de una multinacional. Buen padre. ¿Buen marido? (¿quién lo es?). Basura, eso es lo que era su vida: basura de la peor calidad y de la mas apestosa y putrefacta.

-Genial, ahora mismo vengo del gimnasio, hay que estar en forma ¿ya sabes?-mentí, él miraba como se consumía mi cigarrillo con los ojos llenos de instinto asesino- Lo estoy dejando, ¿sabes?, pero el estrés y el volumen de trabajo, es difícil, ¿quieres uno?- negó con la cabeza- bueno ehhehh trabajo en una consultoría propia, me va bien, nunca quise ser empleado de nadie, tuve varias ofertas interesantes de algunos bancos y tal. Pero me decanté por lo difícil- mi nariz empezaba a crecer- vivo aquí cerca- evité entrar en detalles engorrosos sobre la vivienda que compartía con mis padres (tarde o temprano sería mía a fin de cuentas).
Deberíamos quedar un día, o algo así, para hablar de los viejos tiempos y todo eso.
-Si podría ser buena idea- abrió su cartera y me dio su tarjeta. Su tarjeta ¡Por Dios! qué anacronismo. Eso si dentro de la billetera pude atisbar el rostro de la que, supongo, sería su mujer. Joder, que buena estaba.

No me habría importado lo más mínimo acabar con los pantalones llenos de helado de chocolate, de babas lechosas o del contenido del pañal del hijo pequeño de aquel mamón, con tal de dejar que aquella belleza me sugiriera una velada a solas para hablar de lo mal que iba su matrimonio. Con su marido fuera de casa todo el día. Con los niños llorando a todas horas. con Ana Rosa por las mañanas y Jorge Javier por las tardes. Con ganas de sentirse viva, de que la hicieran reír. En fin todas esas mierdas de casadaamargadaporquelotienetodo.

Sí, habría estado bastante bien. El caso es que le estuve llamando todos los días durante una semana al número de su tarjeta. Incluso llegué a dejarle mi teléfono a su secretaría (seguro que se la estaba beneficiando). Pero no contestó a mis llamadas. Que mal gusto. Hay gente de la que es mejor no fiarse. No saben nada sobre normas sociales.

Chicas malas

Acabamos en la habitación de no sé quién. El caso es que allí estábamos con un pedo que a nuestro lado Antonio Vega habría parecido un simple amateur. Toda mi vida había querido estar con alguien como ella. Misteriosa, preciosa, más viciosa que yo (tragó y esnifó y fumó todo lo que todos los demás juntos)

La cama era extraña. Demasiado grande quizá. No sé, igual eran las sabanas de raso negro (¿quién en su sano juicio duerme de forma habitual en unas sabanas de raso?). O puede que fuera porque ella se fue a la otra punta del camón y hacía frío. O yo qué sé. ¿Los gemidos de la habitación de al lado?. Sinceramente, no estaba acostumbrado a meterme tanta basura en el cuerpo. Supongo que fue todo un poco. Por primera vez estaba con la chica de mis sueños. Es difícil de explicar. Cuando estas en el instituto siempre quieres estar con alguien como ella. Peligrosa. Vivida. Siempre rodeada de los mayores. Esos aires de superioridad en mi cama. De repente. Sin saber por qué. Sin ganas de ella pero deseando tirarmela.

-¿Nos ponemos el último?- pregunto ella.
- PPP mgr veas- O algo así, respondí yo.

Cogió un cd de los Beatles y pinto dos enormes lineas blancas sobre las caras de Lennon y Ringo. Se metió su parte de la forma más natural del mundo como el que enciende un cigarrillo o se hurga la nariz con el índice. A mi me costo dos intentos y aún así dejé para un generoso nevado que fumamos mientras ella hablaba de su ex y yo miraba sus tetas con descaro y con un cosquilleo bastante familiar en la entrepierna. Sólo cosquilleo. Nada más.

La besé y ella respondió generosa. No sabía a nada especial. A nada realmente. Puede que mi paladar estuviera demasiado anestesiado, es cierto. Pero mis hormonas podían con mi desidia sexual. Igual debería haber comido techo un rato y después haberlo intentado. ¿Quién soy yo para saberlo?. Estábamos allí y punto.
La desnudé completamente, menos el tanga. Lo mismo hice conmigo incluyendo los calzoncillos de marca que llevaba por si las moscas triunfaba. Estaba a punto de hacerlo.

El cosquilleo iba a más. Pero sólo el cosquilleo. Empezamos a besarnos con más pasión. Con más fuerza narcótica. Me arañaba la espalda y yo la tiraba del pelo. Joder iba a hacerlo con una de ellas. Como siempre había soñado. ¿Qué habría debajo de su tanga?. No lo quería saber pero necesitaba verlo, tocarlo, besarlo. Olerlo.
Pegué un trago a la botella de agua que había en la mesilla. Sabía a plástico. Ella me acariciaba la espalda con la punta de sus dedos. Me abalancé sobre ella y le arranqué el tanga de un mordisco. Me dejó mal sabor de boca. ¿El plástico de la botella?. No sé ya no estábamos en el instituto. Yo tengo entradas. Y tenía el cerebro para hacer masa de croquetas. El cosquilleo no iba a más.

Fóllame!-susurró en mi oído.
-Tengo que ir al baño-

Me vestí. Me fui a casa. Me masturbe pensado que aún tenía dieciséis años.

Chica Underground

Joder vaya momento para que se atranquen las tuberías de la pila. Llamaría al ex de Marta, normalmente suelo hacerlo cuando necesito que me hagan una chapucilla en casa. Yo que sé, el filtro de la lavadora, los cerrojos, o incluso cuando me sirvo de él para que me lleve a Ikea. Esa gente sólo vale para eso. Llamadme clasista si queréis pero una mujer independiente, como yo, no puede dejar que le vean con un tío de barrio o algo así. No si quiere moverse con la gente más fashion de la ciudad o conseguir estar en la lista de los bares más cool del momento.
El problema es que por fin lo han dejado. El muy mamón se fue con otra. Yo ya le avise de que no era trigo limpio, un tío del extraradio, no la trataba bien, le prohibía cosas del estilo: venirse de juerga conmigo a buscar algún otro, meterse en páginas de contactos o negar su relación. Era un estúpido. Pero todo hay que decirlo para este momento sería ideal poder llamarle. Mi cocina está encharcada.

Podría pedirle a mi padre que me hiciera una transferencia y así poder llamar a un fontanero, si, pero que entre en mi casa un tío con un mono azul lleno de grasa...No sé que podría pensar mi vecino de enfrente. Puede que sea gay, pero como todo el mundo sabe hoy en día lo más es tener un amigo marica y él es ideal, no quiero que se crea que meto a cualquiera en mi casa. Por otra parte no creo que papá quiera darme más dinero este mes, no si no voy a verle. Hace años que no piso su casa, pero, cómo decirlo sin que penséis que soy una snob (por supuesto que no lo soy), hace años se mudo a un pueblo de Cuenca. Allí huele mal. Como a campo y animales y todas esas guarradas de pueblerinos, no me acercaría allí ni aunque tuviera la casa inundada. Además este mes, ya me ingresó bastante dinero para mi viaje a Hong-Kong, ¿o es a Bali?, no es que importe mucho. Después de todo lo importante de viajar no es dónde vas, si no poder contarlo luego en voz alta para que la gente te mire con los ojos abiertos como platos y se mueran por dentro de la envidia.

La última opción sería el pagafantas de anoche. Acaba de bajar a la calle. Supongo que a subirme el desayuno. Pobre inutil. Le conocí ayer en Stardust, se veía a la legua que no era un tipo interesante, no llevaba tatuajes, ni piercings. Pero no paraba de ir al baño, así que le pedí a Marta que me lo presentara. Una tía tan independiente como yo tiene que pasar inadvertida ante los hombres hasta el momento clave. Es del barrio de Salamanca(eso me interesó), abogado. Evidentemente no tendría nada serio con él, no es artista. No sé un Dj, un fotógrafo, un camello, cualquiera con el que pueda ir a exposiciones y fiestas sin pagar y que, además, me invite a cocaína. No es que sea una comebolsas, es que para tener glamour hay que ponerse hasta las patas y, vaya, siempre hay algún idiota dispuesto a invitar a una chica tan espectacular como yo. Además, corrígeme si me equivoco, los tíos harían cualquier cosa por terminar una noche encamados con cualquiera y, bueno, si pueden elegir.
El caso es que no para de salir agua, vete a saber si es un atasco, una fuga o qué sé yo. Soy una señorita, ya tengo bastante con saber por dónde y con quién moverme. No tengo por qué saber hacer ese tipo de tareas. Además me duele la cabeza. A ver si sube este inutil con el desayuno. Hace ya que bajó. Seguro que se esta poniendo a escondidas. Desagradecido asqueroso, todos los hombres son iguales. No hay que darles tregua.

El panorama en la cocina está tipo casadepobre, no sólo está hecha un asco por el guateque revival que hubo ayer en mi casa. Mi compañera de piso. ¡Qué tía!. Sus amigos son un poco odiosos, bueno más que odiosos son, no sé, de Mostoles. Joder vivimos en malasaña. Esa gente no debería entrar en casa. Ya lo hablaré con ella. Porque la cocina, además, acumula como un dedo de agua por todo el suelo.
Y este dolor de cabeza. Necesito Ibuprofeno. Llamaré al capullo a ver dónde anda y que se acerqué a una farmacia. Hay una en la esquina. Debe estar abierta.

No encuentro mi móvil, última generación por supuesto. Llamaré desde el fijo.

El mamón lo tiene apagado. No aguanto este dolor de cabeza. Me voy a la cama. Alguien se encargará de la cocina. Lo mejor en estos casos es dejarlo pasar hasta que aparezca algún primo que arregle el destrozo. Esto sólo se aprende después de muchos años de vida independiente. Mujeres al poder jijiji.

¡Qué coño ha pasado en mi habitación!. Maldito capullo. Mi ordenador. Mi móvil. Joder, ¡mi dinero!. Dios parece que hasta se ha meado en mis sábanas. Y qué coño es esto....Clamoxil y bolsitas. Menudo estafador.

Hostia puta. No debería usar estas palabras. ¿Qué hago ahora?. La puta de Marta lo sabía. Fue ella quién me lo presentó. Ahora mismo la llamo. Es su culpa. Ahora no tendrá más remedio que llamar a su ex para que arregle lo que quiera Dios que le pase a la cocina. ¿Amigas?. ¡Qué coño amigas!

Manzanas podridas

El manzano en medio del césped igualado como una cabeza al rape recién pelada, sólo el arbolito daba sombra en verano allí. Y precisamente allí era donde Mark Williams solía recostarse después de haber adecentado las cuadras, dado de comer a los cochinos, haber peinado las crines de Sirio (el caballo favorito del señor), haber cortado cada pelo de pasto más largo que los demás y haber llevado la correspondencia de Sir Isaac al pueblo. Eso era lo único que pedía el señor, apenas le veía. Siempre encerrado en su biblioteca.

Todos los días lo mismo. Al acabar la jornada se tumbaba a ver la puesta de sol bajo el manzano, si era época cogía de las ramas uno de sus frutos y lo degustaba a grandes y sonoros mordiscos. Era el mejor momento del día. No había duda, el señor siempre lo decía, esas Grammy Smith eran las mejores manzanas de toda Inglaterra; algún día le harían más famoso aún. Tenía que tener bien podado y sano ese árbol, más cuidado que a él mismo. Y así lo hacía. Le había llevado años de duro trabajo tener todo aquello en perfecto estado. Poco más había que hacer en Lincolnshire.
Y aquella tarde, después de dejar el frutal recortado y sin una sola manzana (las dejo todas en la cocina donde la sra. Williams haría de ellas una fantástica tarta), Mark fue al pueblo a dejar las cartas de Mr. Newton a su gran amigo Leibniz a correos.
"Hay algo para ti Mark" dijo el funcionario de siempre, "es de tu hermano Thomas". Que rata de alcantarilla, siempre leía las cartas de los demás-pensó Mark, mientras le daba las gracias.
-Padre está muy enfermo. Quiere verte antes de morir. Mark- Su hermano siempre fue parco en palabras. Tampoco había mucho más que decir.
Una vez en el caserío de los Newton pidió a Sir Isaac unos días libres a fin de poder ir al norte a ver a su padre moribundo. No las tenía todas consigo pues sólo él cuidaba de aquella manera tan maternal el césped, los animales y el manzano familiar, pero Sir Isaac era ante todo un hombre religioso y accedió sin más a cambio de que la señora Williams se quedara (pues adoraba sus tartas de manzana). Prometió pedirle a Dios todos los días porque el señor no quisiera llevarse al padre de Mark junto a El, así como hacerse cargo del enorme jardín de su casa de campo pues le gustaba el orden y la rutina, como más tarde demostró.

Cuando Mark llegó a su humilde aldea del norte de la isla de Gran Bretaña su padre ya había sido enterrado y su pobre madre aún lloraba porque su primogénito no estuvo presente. Le llevo un par de meses arreglar todos los papeleos para que su hermano pudiera hacerse con el terruño de su padre y así poder mantener tanto a su familia como a su madre. Mark nunca fue muy familiar. Además todo el tiempo que estuvo en su hogar no dejo de pensar en ningún momento en qué estado se encontraría su amado prado y su sombra más cálida.

Una vez estuvo de vuelta en casa todo era un desastre. El césped parecía el cabello de un proscrito, largo y desigual, descolorido y oxidado. La sombra de su árbol estaba plagada de manzanas podridas. El señor andaba como loco por la casa dando brincos. En cuanto le vio se abalanzó sobre el en un succionante abrazo. "¿Cómo esta tu padre Mark?" "Murió, se lo llevo una grave pulmonía, ya sabe el frió que hace allá arriba""¿Sabes? Cuidaste muy bien del manzano, siento lo de tu padre, siempre pedí por que no fuera tan grave como pintaba eso si ya encontré nombre".

Aquella tarde hubo una gran recepción en la casa de Sir Isaac. Gente muy importante. Mark arreglaba el césped y tiraba manzanas podridas al corral de los puercos.